Silencios otorgados

En un renacer crepita la vida, y en vida: renaceré

Autómata y muerte

Hoy he presenciado un atropello. El semáforo no se ha puesto en verde y como si mi vida no corriera peligro, sólo la de la anciana que ha dejado un reguero pequeño de sangre, cruzo la carretera. No he sentido pena, no he sabido sentir. El peligro se había disipado para mí. Esta indiferencia baila conmigo. Hace 2 días presencié un intento fallido de robo y me interpuse en medio luego de que la chica se diera cuenta que intentaban abrirle la mochila, ajeno a la probabilidad de que mi cuerpo pudiese sufrir algún percance. Soy un ser sin valor. Mari, te has ido hace unos pocos días, le dije a mi madre que te llamaría... Hace una semana por la noche no respondiste (y por entonces es probable que siguieras fumando) pero a pesar de ser un acto tan fácil no volví a llamar, lo postergué y ahora ya has exalado tu último aliento. Te pediría perdón por no llorar pero no sé a qué lloro cuando lo hago, si es a una tristeza profunda o a un poso de indiferencia  Voy a seguir así viendo cómo los gatos me huyen, estirando los músculos después de correr, convertido en un autómata.

Trabajar la destrucción. La rutina que mercantilizo debe dejar de producirse. Estoy acabado, este manto infeliz me da la respuesta a todo pero se traga las preguntas. El puré de las 2:30 se mantiene en la mesa una hora hasta que empiezo a comer y su sabor acude de nuevo, un escalofrío. Decía escribir, decía quererlo mucho y por qué no lo sé. Así es, hay una carne pellizcada por fantasmas, la retuercen y los miro... si me ven ellos a mí desaparecen. El contacto que dejan agrupa la existencia en la sombra que llevo. Con campanadas en un reino mágico la sonrisa aparece. Temo reírme de mí si consiento volatilizar las uñas de mis dedos y el pelo de mi cuerpo hasta que de mí se vaya esta sombra, el rastro adecuado para borrar mi paso.

Parece de día, tu nombre es la noche, mi cobijo destartalado. Soy yo esa querencia tras la página que más tarde recuerdas (aunque no en el momento), un ardor en la punta de la lengua. Me figuro bajo capas de papel, amortajado hacia la dulce placenta de una aspiración entre dolor, conjura este episodio un alumno que cree que las tizas siguen en alguna parte pintando nubes y que tras ellas los soñadores van descalzos.

El día internacional del beso y qué relativo es este día. Los besos que no sentí están apagados en mi memoria del sentimiento y sin embargo, ahora regresan.
Me dejo llevar por mi ilusión pero nunca sé si es un plato servido para dos. Jodido inútil me digo.
No sabes lo que sientes y quieres que alguien te mire para luego qué si tus ojos son aquellos del que cierra las ventanas triste y miran los anuncios de una televisión apagada cuya emisión imaginas que dice: "sabemos lo que necesita. Tenemos el producto indicado para usted. Si cierra los ojos sentirá el único beso que le hace falta: el de un querer que, sin explicaciones, llega como una ráfaga que todo lo vuela"
Entonces no son mis ojos, no son mis manos no soy yo el que está en pie.
Y un espantapájaros se despega de la tierra para hacerse amigo de las aves.

Volver a ser hogar

Tengo que quitar la bandera hundida.
A mi espalda están jugando los miedos y estoy perdiendo.
Espero tomando con parsimonia las calles, volcando el líquido de la mirada hacia la tristeza que abunda en las marcas de polvo, todo lo barre mi desasosiego.
Así llevo un tiempo y no me hace gracia quedarme con la mecánica puerta cerrada, abierta o estropeada mientras mi mente sigue dando vueltas.
El pergamino al que recurro tiene cortes, está podrido y marca una tierra sin descanso.
Levantaré las hojas de la planta aromática, una astilla en mi piel de río conversará con el dolor apoyado en una melancolía apunto de hacerse añicos para comprender la distancia imposible a la que imploro llegar a salvo

Sin firma

Las sombras me están esperando. El diálogo del viento quiere alborotar mi pensamiento. Quiere desconsiderar mi situación, esa conquista en la que he dejado las armas bajo el río y sólo presento batalla para compadecerme en este nuevo episodio en que aprendo a estar solo. Supongo que era cuestión de tiempo, siempre preguntándome si de verdad merecía la pena una y otra vez, oculto en la capa de vapor extendida allá por donde dejo una incertidumbre colgada en los términos de mi compañía. No es un contrato y así lo parece. Siento haber sido un vendedor de cláusulas, empezaré a dejar impresos sin garantía alguna de esperar nada a cambio.

No me esperes: estoy yendo

La planta empieza a desequilibrarse. No es terremoto lo que tambalea, es una angustia cerrada en las células. Atar la fruta consumida por los ojos, protegerse del olor a incertidumbre con el barro ocultando la comba, nuestra manera de saltar está sin fuerzas... nadie sostiene su precio, dime si eres tú el que viene a quedarse mirando los años de las calles y ser un número más o vas a grabar tu accidente. Concluirá un guiño tu sentencia. Un silencio más pide la risa de una vida menos con la misma expresión inanimada.